domingo, 2 de agosto de 2009

Del Cielo A Tu Corazón

"Nuestras vidas son los ríos
que van a dar en la mar
que es el morir;
allí van los señoríos
derechos a se acabar
y consumir;
allí los ríos caudales,
allí los ríos medianos
y más chicos;
y llegados, son iguales
los que viven por sus manos
y los ricos."

(Jorge Manrique)


Hoy ha partido un hombre.
Hacia una región desconocida.
Recorrerá caminos distintos a los nuestros. Donde quizás la tierra se confunda con el cielo y su paso ligero sea como un vuelo hacia los lugares que alguna vez soñó.
Yo desearía que así fuese. Que el viaje que ha emprendido le conduzca adonde él siempre quiso llegar.

Debo decir que jamás conocí a ese hombre.
Y sin embargo es parte de mi vida.

Existe un lazo entre su vida y la mía. Firme e indestructible.
Porque es un lazo de amor.

Una nieta de aquel hombre que no conozco, es hoy una parte importante de mi vida.
De manera que su existencia me ha tocado directamente.
Y su ausencia, hoy, también.

Porque así como en la alegría de esa mujer yo puedo regocijarme; en sus lágrimas siempre habrá algo de dolor brotando desde mi propio corazón.
Por eso mis palabras para ese hombre a quien nunca llegué a conocer, no son de dolor ni de tristeza, sino de esperanza en un mundo distinto y mejor.

La misma esperanza que yo aprendí a conocer en los ojos de M.....

Hasta siempre...y un feliz destino.




miércoles, 15 de julio de 2009

A Una Mágica Sirena

Una de las pocas personas que ha leído esta bitácora, me dice que no le gusta.
No le agrada porque parece un ejercicio de la imaginación, sin destino. Sólo una fantasía.
Yo le digo que la realidad, a veces, parece algo fantástico. Y le explico, entonces, la razón por la que escribo estas letras

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Fue hace ya algunos años. Una noche de comienzos de invierno, helada y oscura. Me calé mi gorra de marinero, encendí el motor de mi viejo bote y me fui a navegar por esos mares de Dios.
Preparé un café y afirmado en el timón, recorría la costa lentamente, cuando avisté algo que llamó mi atención.
Más o menos a la cuadra de Concepción, en unos altos roqueríos brillaba algo en la noche fría y profunda. Me acerqué lentamente y observé la silueta de una bella sirena. No sé si era la luz de la luna en su cabellera o el relumbrar de sus ojos lo que me atrajo hacia aquel lugar. Eché el ancla y la observé con curiosidad. ¡Por Neptuno! La claridad que había allí parecía brotar de ella misma, de su pecho, de sus ojos....qué sé yo...sólo sé que llenaba mis ojos de viejo marinero con una luz mágica allá en la soledad nocturna de la bahía.
Le pregunté qué hacía tan sola y tan triste en medio de la mar.
Espero a alguien que vendrá algún día y me amará en medio de estas rocas que son mi hogar -me contestó- no sé quién es pero vendrá, así como viniste tú. Lo soñé y los sueños de las sirenas son verdaderos como la mar que te sostiene, marinero.
Su voz era segura y cálida. Parecía venir de otro mundo. De un universo distinto, donde los viejos marineros podían amar a las hermosas sirenas.
¿Quieres venir conmigo a la costa? -le dije- mientras levaba el ancla.
No puedo ir contigo a tu mundo...pero tal vez tú quieras venir al mío -pareció susurrar- en medio de la noche.
Me alejé despacio y suavemente de aquel lugar. Y me llevé su imagen grabada en los ojos y el corazón, por mucho tiempo.
Y volví. Sólo por verla.
Y estaba aún, esperando quién sabe qué... seguramente lo que esperan las sirenas que conversan con los marineros que aman la noche y la mar.
Hasta que una noche ya no estuvo más.
Quizás encontró al marinero que tanto esperaba, pensé. Y un nudo pareció apretarme la garganta...pero un viejo marinero no puede sentir tristeza por una sirena que sueña. Y volví a puerto. Volví a mi hogar. Regresé a la realidad de todos los días.
Pero no pude olvidar aquella sirena con esa luz que parecía brotar de todas partes.
Ya no volví a navegar.
Y para no olvidarla le escribí en este lugar.
Por eso y para eso escribo.
Para los viejos marineros que aman la noche y la mar.
Y para las sirenas que aman a esos marineros.
Y para esa sirena llena de luz, que siempre esperó un marinero para llevarlo a su mundo y ser feliz con él, son mis palabras.
Por ella y para ella escribo.




(De Momentos Mágicos)

domingo, 28 de junio de 2009

Por el antiguo camino de encinas




La mujer de rasgos finos y firmes, sentada al centro de la mesa semicircular golpeó tres veces con el mallete que sostenía en su mano izquierda. El hombre de pie a su lado abrió un grueso libro de gastadas tapas y finas hojas de papel. El hombre a su derecha hizo un signo con las dos manos, mientras los ocupantes de aquella sala de grandes dimensiones giraban hacia la mujer que, en ese momento se ponía de pie.

Dijo algunas palabras en un idioma desconocido y el hombre a su derecha, sostuvo unas raras herramientas, mientras el semicírculo de hombres y mujeres enfrentaba la mesa que lucía extraños símbolos tallados sobre la madera de su cubierta frontal. Todas eran personas maduras y vestían ropas oscuras que parecían contrastar fuertemente con las túnicas que cubrían sus espaldas cayendo hasta el suelo.

El hombre de huesudo rostro y barba entrecana leyó un corto pasaje del libro que sostenía de manera extraña, con ambas manos cruzadas por debajo del atril que lo mantenía en ángulo sobre la cubierta de obsidiana negra de aquella especie de atrio.

Luego, todos se tomaron de las manos y quedó frente a la mujer que sostenía el mallete un hombre alto, de extraño mirar. Su pelo color ceniza parecía brillar a la luz de las velas en aquella estancia y las arrugas de su frente parecían aún más marcadas.

Has decidido partir -dijo la mujer- y sus largos dedos espatulados tocaron el rostro del hombre. Los largos cabellos que caían por sus hombros y espalda, cubrían la túnica hasta la cintura. Puedes hacerlo. Ahora mismo. Eres libre de irte y serás libre de volver. Eres nuestro y nosotros de ti. Todos somos uno y por eso nos duele tu partida, pero cada uno elige su camino y puede soñar su propio destino. Canta con nosotros y nosotros cantaremos contigo. Siempre.

Todos alzaron las manos y entonaron un cántico que parecía subir de las profundidades de la tierra y luego elevarse y salir de aquella estancia hacia lugares remotos. El hombre alto cantó con ellos y los miró por última vez. Vio su propio sueño en las miradas de los que dejaba y sus ojos sonrieron. La mujer a su lado soltó su mano y el hombre a su derecha también lo hizo.

Luego ellos volvieron a enlazarse y el hombre giró hacia las grandes puertas del salón. Las cruzó lentamente y salió hacia el campo frío. Caminó sin prisa hacia la carretera y no volvió la vista hacia la casona perdida en los cerros y el crepúsculo. Su figura se fue perdiendo en la lejanía, por el antiguo camino de encinas.




(De Momentos Mágicos)

sábado, 27 de junio de 2009

Mano a Mano











-Hola amor, necesito verte ¿puedes darme algo de tu tiempo?...dijo el Hombre.

-Tú quisieras una semana para ti. Y eso es imposible. ¿Qué te parece si nos juntamos un día?...en unos minutos me dices lo que quieres y segundos después debo regresar, hasta pronto querido...dijo la Mujer.


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-Hola amor ¿por qué no me has llamado...es que ya no me amas?...dijo la Mujer.

-Te amé demasiado. Pero debo partir en unos minutos. Viajaré por unos días. Regresaré en unos meses y podrás llamarme dentro de unos años. Hasta pronto, vida mía...dijo el Hombre.


( Fragmento De Tangos Para Una Despedida )

sábado, 23 de mayo de 2009

Palabras a Benedetti.





Mario Benedetti ya no escribe más.
Se ha retirado definitivamente.
Lo extrañaremos mucho. Muchísimo.
Las voces lúcidas, inteligentes y claras, no abundan en esta América nuestra, que a veces parece mirar más hacia el exterior que hacia sus propias raíces. Benedetti, como otros escasos hombres despiertos en un continente que parece dormido, escribió para quienes no podían leerlo. Porque nunca supieron hacerlo o no podían comprar un libro. Para los desposeídos de todo, de la cultura, de las artes, de las oportunidades y de la vida en general. Aquellos que no tienen, jamás tuvieron y tampoco tendrán. Pero que son. Y son millones. Y que, inexplicablemente, conocen parte de su obra y forman parte de ella. Se reconocen en los escritos de un intelectual como pocos. Un artista que plasmó su obra en este mestizaje que nos hermana, para mostrarla al mundo y de paso darle universalidad a este trozo de tierra en el que vivimos y morimos.
Y se lo agradecemos.
Desde siempre y para siempre.
Porque esa es la labor del intelectual, del artista. Expresar su reconocimiento o su reprobación frente a los acontecimientos de la época en que le tocó vivir.
Ser la voz de los que no la tienen y ser un verdadero testigo de su tiempo.


Desde acá, nuestro saludo y reconocimiento para ti, maestro.
Sabemos que nos escucharás.
Porque los hombres como tú, nunca mueren.
Sólo cierran los ojos...y viven por siempre en la memoria de su pueblo.

viernes, 22 de mayo de 2009

Muñeca Brava.




Cerré los ojos y giré la llave de encendido. Los latidos del motor se confundieron con los de mi corazón, que golpeaba con fuerza.

El cuerpo de gata se arqueó sobre la ventanilla y los insolentes mechones rubios cayeron sobre su pecho.
¿Es en serio? Moduló lenta y tibiamente. Sentí su aliento cálido en mi oído. Un escalofrío me recorrió y no pude evitar pisar el acelerador. Los 207 caballos del motor o los pocos que quedaban vivos en realidad, se encabritaron y traspasaron su endemoniada vibración a la carrocería. Mis manos temblaron apoyadas en el volante.
¡Nada es lo que era! Pensé, mientras el asmático motor volvía a la calma.
Y la miré a los ojos en el mismo momento en que de sus ojos abiertos caía una lágrima que rodaba por su mejilla y resbalaba por las profundidades de su escote, para perderse quién sabe dónde.
¡No puedes irte! Volverás. Y me reiré en tu cara. No te lo perdonaré jamás, aunque te arrastres.
Ya no era la voz pastosa de siempre. Ahora tenía una inflexión distinta, una dureza de piedra, desconocida.
El olor de su cuerpo me envolvió como una serpiente.
Y vi por primera vez las nubes en la frente de aquel rostro, casi perfecto. Y la profundidad insondable de sus ojos felinos.
Una punzada en el costado me sacó del marasmo que me producía el sólo mirarla y al apoyar mi mano en el lugar donde sentí aquel repentino dolor, pude palpar el vacío mortal de mi billetera.
Eso terminó de decidirme.
Miré sus labios entreabiertos y la tentadora promesa de su carne generosa, ya casi con nostalgia.
Y partí.
El sol brillaba y la carretera se abría ante mí.
Me sentí seguro.
Con la seguridad absoluta del que no sabe adónde va.





(Fragmento De Tangos Para Una Despedida)

sábado, 9 de mayo de 2009

Fumar.....¿será un placer?....



Dejo de escribir y enciendo un cigarrillo. Le doy una larga pitada y mientras observo el humo que sube, M..... se asoma a la puerta y desde allá, afirmada en el marco, me dice: puedo entender y aceptar tus malas costumbres...pero aunque soy cómplice de algunas de ellas...ésta no podré entenderla jamás.

Sonrío y fumo, mientras pienso en su complicidad. Y en mis malas costumbres.

¿Sabes tú qué hay detrás del cigarrillo? Interroga suavemente, mientras me mira con algo de burla en sus ojos negros y unas pequeñas arrugas se forman en las comisuras de sus labios.

Pienso en los grandes negocios de las compañías tabacaleras, el manejo publicitario, los intereses creados detrás de todo eso, la amenaza del cáncer. Apago el cigarrillo, la miro y veo una luz irónica brillar en sus pupilas.

No pienses tanto, me dice -y ahora la chispa de ironía resuena en su voz- detrás del cigarrillo...sólo hay un estúpido.



jueves, 7 de mayo de 2009

Dejar de beber es fácil.






Yo, por ejemplo, he dejado de hacerlo montones de veces.


viernes, 1 de mayo de 2009

Solografías.




Hay palabras que son bellas.

Poseen brillo, color, sonoridad, melodía.
Algunas, a veces, duelen. Son palabras necesarias.
Otras tienen un aroma de sándalo y hierbabuena. Entregan sabor y olor.

Pero hay otras.

Las que parecen cantar aún antes de escribirlas. Tienen magia, vuelo propio.
Son aquellas que ofrecemos a quien las quiera tomar.
Desde nuestro corazón hacia un corazón cualquiera, que esté dispuesto a escuchar.
Abren sendas, crean lazos.
Sencillas y poderosas, como un mensaje de amor.
Cambian a quien las recibe. Transforman a quien las da.

Palabras, razón de vida; sólo si son verdad.


sábado, 25 de abril de 2009

Fábula de la Democracia.




"Fiera venganza la del tiempo,
que le hace ver deshecho
lo que uno amó"
(Enrique Santos Discépolo)




En mi tierra hace muchos años hubo un hombre muy católico que bautizó a la Democracia y le agregó un apellido. Cristiana la llamó. Y gobernó con ella.

Años después, otro hombre, no contento con tales apelativos -porque cristiano no era- quiso utilizarla para gobernar sin el apellido aquel. Lo intentó. Pero su esfuerzo fue en vano. Democracia y apellido se habían fusionado de tal manera que para ser un buen demócrata había que ser cristiano y viceversa. Tal vez los propósitos del hombre en cuestión eran buenos, pero eso nunca se supo. Porque fue abruptamente interrumpido por otro cuyos propósitos definitivamente no eran buenos.

Este -más creativo que los anteriores- pese a renegar de ella en sus inicios terminó por utilizarla.
Y para demostrar que su gobierno sería algo nunca visto hasta entonces, cogió a la Democracia y la rebautizó, dándole nuevo apellido. Protegida la llamó. Y gobernó con ella largos (larguísimos) años, para el olvido.
Por fin, a petición universal, el hombre aquel, se fue.

Y volvieron los otros. Los que querían la Democracia así no más, sin apellidos ni bautismos.
Gobernaron con ella. O lo que quedaba de ella.
Y la han vestido más moderna, pero se adivina incómoda. No le acomodan los nuevos ropajes.
Se ve vieja y gastada.
Sola, fané, descangayada.
La globalización la está matando, dicen.

Yo creo que sólo está pagando sus culpas de vieja cortesana, que siempre se fue con cualquiera, aún con quien no la merecía.



(Extracto de Cuadernos De La Vida Política)


jueves, 23 de abril de 2009

Saudade en Otoño.




El Otoño hizo su entrada por la calle mayor, a paso lento, caracoleando, jugó con las hojas dispersas y atravesó la ciudad -quizás riendo para sus adentros- se entretuvo pintando de ocre los árboles que encontró a su paso y los pastos y cardales hasta la breña de los cerros más allá del horizonte.


Luego extendió su manto largo como noche fría.
Y todo quedó vestido, como de sepia, dormido.
Se coló por las rendijas de mi habitación vacía.
Hasta llegar a mis huesos y al corazón dolorido.

Y el cielo se viste ahora con traje de sombra gris. Sólo las piedras del río guardan el verde del musgo y el rocío se derrama sobre la noche y el alba.
No sé por qué será, pero me agrada.
A mí me gusta Abril.
Con sus atardeceres pastel y anaranjado, con el suave rumor de la hojarasca y el frescor que tiñe el aire y el ambiente.

El cierzo de las calles me lleva hasta la infancia y el frío matrero de los amaneceres de Mayo, me hace evocar aquel niño lluvioso y callado que caminó estas calles que ahora yo camino.

Por los mismos senderos pero en tiempos distintos.
Todo cambia. Las calles han cambiado, la ciudad ha cambiado y yo también, es cierto.


Pero el Otoño es el mismo. El que me trae aromas de evocación y nostalgia.
El que ha pintado las nubes.
El cielo de blanco y gris.
Pintó hasta mi corazón.
Mi corazón y mis sienes, pintadas de Otoño están.

jueves, 16 de abril de 2009

Sin Palabras.




Sus pasos resonaron lúgubres, metálicos, sobre los duros empedrados de la estación de Santa Clara, vacía y oscura, pero aún con estrellas, aquella madrugada.
Caminaba firmemente, grácil y segura, aún sobre aquellos tacones de vértigo.
Se acercó hasta mí.
Sus ojos, con aquel mirar de eternidad perdida, se posaron en los míos, dolorosos y fijos.
Nada dijo. Frente a mí, con sus manos largas y pálidas cruzadas sobre el pecho, parecía esconder un profundo, infinito desconsuelo.
El gris acero de sus ojos pareció quebrarse durante unos segundos.
Quise abrazarla, acariciarla con suavidad y ternura, como nunca antes, pero no pude moverme.
Sentí crecer en mi pecho, el deseo irrefrenable de llorar, caer rendido a sus pies y mendigar su perdón.
Pero no lo hice.
Tan sólo miré por última vez su rostro sin adornos, sus labios despintados.
El pitazo cruel del tren me hirió, como una puñalada.
No habló. Ni se movió. Me miró solamente, con hondura, tristeza. Y nada más.
Yo giré lentamente y abordé el viejo tren, que ya partía.
Nunca más la he vuelto a ver.
Pero jamás la he olvidado.





(Fragmento de Tangos Para Una Despedida)

miércoles, 15 de abril de 2009

De Político En Campaña A Estadista.





Un político en campaña es alguien que corre incesantemente. Y con mucha rapidez.
Hacia cualquier parte.
La dirección y el sentido no interesan, son accesorios. Lo que importa es mostrarse, estar ahí, en distintos puntos, en muchos puntos. Ojalá en todos. Recorrer cada pliegue del territorio y recordar luego, durante un día o dos tal vez, las particularidades propias de la región visitada. Esto suele ser muy útil, ya que permite relatar en el pueblo Z, la profunda y esclarecedora experiencia que le significó conocer la calle central, la Oficina Consistorial y los pantagruélicos comedores del Club Social del pueblo Y.
Como es lógico, después de varios centenares de localidades, villorrios y poblados visitados, miles de discursos repetidos y millones de promesas formuladas y perjuradas al mismo tiempo y por el mismo acto, comienzan a trabajar los mecanismos de defensa naturales del político en campaña - humano, a fin de cuentas - y se inicia el proceso curativo del olvido. Este proceso va en franco crecimiento a medida que se aproxima al sillón presidencial. Si consigue sentarse ahí, el proceso se consuma. Sólo recordará fugazmente y con nostalgia los comedores de todos los clubes visitados; muy vagamente los aburridos discursos y nada, absolutamente nada de todas y cada una de las promesas de su campaña. En ese momento nuestro político ha curado totalmente. Ha dejado de ser un político en campaña.
Ya es un Gobernante.
A partir de ese feliz momento (para él y sus esperanzados acólitos), comienza el desarrollo del plan organizado e instituido para inscribir su nombre entre aquellos escasos iluminados que han transitado de simples gobernantes a preclaros Estadistas.
El plan es perfecto. Su simpleza lo demuestra.
Sólo consta de tres principios fundamentales, que deben cumplirse. Y sólo los dos primeros revisten un grado de dificultad para nuestro gobernante.

El primero de ellos consiste en mostrarse poco o casi nada. ( Dentro de su país ¡qué duda cabe! Afuera es otra cosa ). Difícil tarea para quien ha hecho de la exposición pública una forma de vida. Pero el fin perseguido justifica cualquier sacrificio, por duro que éste sea. "El hombre superior no contiende, así nadie puede contender con él". Sabia máxima extraída de la milenaria sabiduría oriental y adaptada a nuestra realidad por su propio equipo creativo. De esta manera nuestro gobernante comienza su lento ascenso hacia las altas cumbres donde moran los Estadistas.

El segundo principio es tan duro como el primero.
Debe hablar poco.
Parece imposible. Pero si pensamos en lo que reditúa tal actitud, podemos entender su significado oculto."Quien poco habla, poco yerra". Y nuestros gobernantes ya nos han demostrado por lo alto y por lo ancho, su descomunal apetito por la expresión oral. Para la expresión escrita suelen usar los servicios de asesores mejor dotados para tal efecto. Así, con leer medianamente bien, basta. Pero el decir y desdecir, las precisiones, enmendaduras, el talento infinito para volver complejo lo simple, constituye mérito personal, propio e indivisible, del gobernante en cuestión. Errar es humano. Por cierto, así es como hemos conocido en carne propia la enorme capacidad humana de nuestros mandatarios.

Y, por último, el tercer principio.
Simple. Lisa y llanamente, no pensar.
Vaciar en su totalidad la mente y prepararla para la revelación que la divinidad le hará llegar en algún momento.
Como podemos advertir, esto resulta sumamente fácil. Nuestra clase política - casi sin excepciones - ya se encuentra ampliamente preparada para cumplir este precepto. Podemos comprobarlo sin lugar a dudas, cada vez que alguno de nuestros representantes opina, dictamina o pontifica acerca de cualquier materia.
El vacío es absoluto.

Y es así, como nuestros gobernantes gobiernan.
Si no están cuando los necesitamos, no los vemos ni menos los escuchamos y eso nos induce a creer que no nos oyen, que no piensan o no sienten, no nos llamemos a engaño. Ellos están ahí, en algún lugar del universo, velando. Siempre atentos a proteger nuestros intereses macroeconómicos. Parece que no estuvieran, pero están. Iniciándose. Construyendo el camino, puliendo la piedra bruta, para transitar de Gobernantes a Estadistas.



(Extracto de Cuadernos De La Vida Política)