sábado, 25 de abril de 2009

Fábula de la Democracia.




"Fiera venganza la del tiempo,
que le hace ver deshecho
lo que uno amó"
(Enrique Santos Discépolo)




En mi tierra hace muchos años hubo un hombre muy católico que bautizó a la Democracia y le agregó un apellido. Cristiana la llamó. Y gobernó con ella.

Años después, otro hombre, no contento con tales apelativos -porque cristiano no era- quiso utilizarla para gobernar sin el apellido aquel. Lo intentó. Pero su esfuerzo fue en vano. Democracia y apellido se habían fusionado de tal manera que para ser un buen demócrata había que ser cristiano y viceversa. Tal vez los propósitos del hombre en cuestión eran buenos, pero eso nunca se supo. Porque fue abruptamente interrumpido por otro cuyos propósitos definitivamente no eran buenos.

Este -más creativo que los anteriores- pese a renegar de ella en sus inicios terminó por utilizarla.
Y para demostrar que su gobierno sería algo nunca visto hasta entonces, cogió a la Democracia y la rebautizó, dándole nuevo apellido. Protegida la llamó. Y gobernó con ella largos (larguísimos) años, para el olvido.
Por fin, a petición universal, el hombre aquel, se fue.

Y volvieron los otros. Los que querían la Democracia así no más, sin apellidos ni bautismos.
Gobernaron con ella. O lo que quedaba de ella.
Y la han vestido más moderna, pero se adivina incómoda. No le acomodan los nuevos ropajes.
Se ve vieja y gastada.
Sola, fané, descangayada.
La globalización la está matando, dicen.

Yo creo que sólo está pagando sus culpas de vieja cortesana, que siempre se fue con cualquiera, aún con quien no la merecía.



(Extracto de Cuadernos De La Vida Política)


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